Decía Nietzsche que “sin música, la vida sería un error”. Aunque esta afirmación sea un tanto radical, la música forma parte de muchas de las actividades de nuestro día a día. La encontramos en la radio, ayudando a amenizar los atascos, en los anuncios, tiendas, para ayudar a estimular las emociones o en nuestros conciertos en la ducha.
La música es un fenómeno universal. Un 95% de las personas sienten que es realmente placentera. Y los datos de plataformas como Spotify revelan que pasamos de media más de una hora al día con nuestros auriculares. Es más, con la pandemia la demanda de instrumentos aumentó y con ello las tiendas de instrumentos musicales online.
La música como gimnasio de la mente
Aunque todos disfrutamos de la música, solo uno de cada diez españoles toca un instrumento. Esto es comprensible por la gran cantidad de esfuerzo y años que lleva dominar la técnica de uno de ellos. Requiere aprender un lenguaje y un sistema de escritura nuevos, coordinar con precisión los movimientos de las manos, sincronizarse con otras personas… Por lo tanto, aprender a tocar un instrumento es un entrenamiento intensivo que conlleva cambios profundos en el cerebro y las capacidades mentales.
También es una actividad que los niños con mejores expedientes y mayores capacidades cognitivas escogen más. Por tanto, una limitación de los estudios que comparan a los músicos con no músicos es que no permiten distinguir si las ventajas que observan son una consecuencia de tocar un instrumento.
Las personas que se adentran en la música porque con ella disfrutan, se enamoran o se sienten parte de una comunidad. Sin embargo, implicarse en ella podría tener el efecto de potenciar nuestras capacidades y protegerlas. Sin pretenderlo, la música transforma dos de las cosas que más nos fascinan del ser humano: nuestro cerebro y nuestra mente.
Fuente: The Conversation.
