Viena, la capital austriaca, no solo es conocida por ser la cuna de la música clásica y su arquitectura imperial, sino que en las festividades decembrinas se engalana de forma majestuosa, transformándose en el epicentro europeo de la Navidad. Su atmósfera única y las tradiciones centenarias la posicionan como uno de los destinos predilectos para quienes buscan sumergirse en el espíritu navideño.
Mercados navideños: Una tradición centenaria
Desde finales de noviembre, el aire vienés se impregna del aroma de especias y dulces. Las plazas más icónicas de la ciudad se convierten en escenarios mágicos con los tradicionales mercados navideños o «Weihnachtsmarkt». De todos ellos, destaca el situado en «Rathausplatz», frente al majestuoso Ayuntamiento. Aquí, entre luces titilantes y puestos de madera, los visitantes se deleitan con el vino caliente especiado (Glühwein), adquieren artesanías únicas y se rinden ante delicias locales como el «Lebkuchen» y el «Strudel».
En Viena, la música es el alma de la ciudad y, cómo no, en Navidad se convierte en el latido que marca el ritmo festivo. Los conciertos en iglesias góticas y barrocas brindan experiencias acústicas únicas. Mientras que la Ópera Estatal, vistiendo sus mejores galas, presenta el inolvidable «Ballet de El Cascanueces», una representación que transporta a grandes y pequeños a un mundo de sueños y magia.
Iluminando la historia
Pero no solo la música y los mercados dan vida a la Navidad vienesa. Al caer la noche, la ciudad se ilumina de una manera espectacular. La Plaza Stephenplatz, con la imponente Catedral de San Esteban de fondo, alberga uno de los árboles navideños más fotografiados de Europa. Pasear por sus calles, bajo un manto de luces y con la historia reflejada en cada rincón, se convierte en un viaje en el tiempo que cautiva a todos sus visitantes.
